Siempre consideré que la práctica del Karate-Do debe ser la herramienta de superación hacia la excelencia.
Los niños que a temprana edad comienzan con la práctica del Karate-Do, difícilmente sean hombres violentos en el mañana. Porque desde el primer día que ingresan al dojo aprenden que para ser guerreros de cuerpo, mente y espíritu hay que aprender a ser justo, veraz, cortes, leal, honorable, valiente y benevolente, esto implica que además de aprender técnicas de defensa, aprenden a templar su carácter sintiéndose más seguros y más controlado y con el tiempo aprenden que ese guerrero que llevan dentro será para vencerse a sí mismo, tratando de superar sus propios límites.
La autoestima se alcanza sin necesidad de ganar un torneo sino simplemente viendo y haciéndoles ver sobre sus progresos, la disciplina y el respeto los aprenden desde el maestro y los alumnos avanzados quienes serán el modelo a seguir en todo los aspectos de la vida del niño. Aprenden a concentrarse disfrutando el aquí y ahora y a ser perseverantes cuando se les hace ver sus logros conseguidos, esos que al principio parecían imposible y dieron frutos a través del tiempo y con la actitud correcta, entendiendo que todo lo que uno se propone, por más difícil que sea, se consigue exitosamente.
Definitivamente, el Karate-Do es una actividad transformadora en la vida de grandes y niños.
Cuando pienso que el futuro de la humanidad está en estos niños tan especiales del siglo XXI, potencialmente preparados para un gran cambio, mi entusiasmo por recibirlos en mi dojo y enseñarles me vitaliza y me honra grandemente. Verlos crecer desde su media-lengua hasta convertirse en honorables profesionales me causa un gran placer y mucho orgullo.
Inoue Alicia